“Luces en la oscuridad”

Memorias del amor y del desamor, retratadas por un corazón roto.

 Descenso Temporal Hacia El Infierno

(Una Prosa poética Para Ti)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por: Jacques Nerval.







Una prosa poética para ti.

Introducción.

En las profundidades de la experiencia humana yace un vasto océano de emociones, algunas tan oscuras como noches sin estrellas, y otras tan luminosas como el más albo amanecer, tornándose dorado a medida que el tiempo va actuando sobre él. Lo que hoy presento a tus ojos es un viaje a través de ese vasto mar de sentimientos, en una forma tal que mi exiguo bagaje literario no ha alcanzado a ver ni a leer antes. Una compilación de prosas que intenta alcanzar "lo poético" de la corriente romántica.

Este escrito navega por las corrientes turbulentas del amor, el desamor y la indiferencia, pero también busca encontrar destellos de esperanza en medio de la tormenta.

En las páginas que siguen, trataré de sumergirte con mis memorias en el maremágnum de mis emociones, en la melancolía y el sufrimiento que, de entrada, es la carta de presentación de mi corazón roto. Lo que viene a continuación, como un cendal envolvente que encapsula todo el contenido de este escrito, es la doliente melodía de mi alma herida, que por el peso del desamor se sumerge en el caos del abatimiento moral. Aquí, el dolor se convierte en poesía, el sufrimiento en prosa, y la belleza de la mujer amada en odas y sonetos que susurran secretos oscuros y verdades dolorosas.

El subtítulo del presente, "Memorias del amor y del desamor, retratadas por un corazón roto", sugiere una lectura lacrimosa, una lectura que aparenta una difícil asimilación, pero que es inherente a los sentimientos de toda persona. No es difícil en el sentido de complejidad semántica o sintáctica, sino en el contexto de comprender los sentimientos ajenos, es decir, la empatía.

Todos tenemos algo de empatía que nos mueve al sentimiento desinteresado del sentir ajeno, pero también algo de epicaricacia por la desgracia ajena. La empatía que cosquillea nuestros sentimientos y nos impele a sentir y entender en un grado limitado el sentimiento de los demás, a veces no pasa de ser sólo un esnobismo. En contraste, muy pocos profesan una empatía fuera de la razón; una ausencia de lógica en el sentir. Un sentir que no iguala al de los demás, sino que lo supera.

En este punto, entro ya en el terreno de la sensibilidad humana. No pretenderé explicarte el concepto de la sensibilidad y cómo coadyuva al entendimiento del sentimiento ajeno. Tú, por tu profesión de psicóloga, tienes amplio conocimiento sobre ello. Lo menciono solamente para reforzar la premisa de la empatía fuera de la razón.

Las personas sensibles no sólo ven con los ojos que yacen en las cuencas del rostro; esas personas ven con los ojos del corazón. Porque lo superficial no es lo importante aquí, sino aquello que se encuentra en lo más íntimo del corazón. Para ello, no solo basta observar sino entender, y para esto no se pueden utilizar los ojos físicos. Como escribió Antoine De Saint-Exupéry en "El Principito": "Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos".

Discúlpame la súbita digresión, la fortuita salida del proemio. Necesitaba remarcar todo lo antes escrito para que puedas identificarte en la medida que te sea posible, con mi sentir.

Yo, como los personajes en la novela de Goethe, siento con el corazón de Fausto y pienso con el cerebro de Mefistófeles, porque he elegido conscientemente el sufrimiento como paliativo al mismo sufrimiento. Aunque parezca contradictorio, es probable hallar placer en el sufrimiento. Y antes que pienses lo que creo que vas a pensar, ¡no se trata de ser masoquista! Sino que, al no hallar forma alguna de aminorar el sufrir, se busca entonces sacarle algún tipo de ventaja. De ahí el peso mágico de las palabras: “elección consciente del sufrimiento”.

Es más, si la vida del hombre no estuviera plagada de dolor y sufrimiento, podría afirmar que la palabra felicidad carecería de todo significado. En la vida de todo ser humano, el dolor y el sufrimiento son la regla constante; la felicidad es una excepción efímera.

Teniendo en cuenta la constancia del dolor y del sufrimiento, y la manifestación efímera de la felicidad, y al no hallar una vía de escape a mi dolor, al sufrimiento que nuevamente me conducía a cruzar el umbral de la depresión, tuve que hacer aquello que, como un diletante literario en el pasado y ahora, ponerme manos a la obra y escribir mis memorias en un estilo prosaico embellecido con algo de poesía.

Sin embargo, en medio de la oscuridad, también hay un destello de luz, una chispa de esperanza que se niega a extinguirse. ¿Qué sería de nosotros los humanos si nos despojasen de todo atisbo y hasta la más endeble aspiración de esperanza?

Al explorar las profundidades de mi alma en este escrito, invoco las palabras de grandes pensadores, desde el pesimismo de Arthur Schopenhauer hasta la filosofía del amor de Søren Kierkegaard. A través de sus reflexiones, pretendo encontrar consuelo en la comprensión de que el sufrimiento no es en vano, que incluso en la desesperación más profunda hay una belleza que se revela.

 

Buscando la madurez en lo escrito.

A diferencia del enamoramiento juvenil, que a menudo está marcado por la idealización y la proyección de fantasías románticas en el objeto del deseo, el amor en la madurez se caracteriza por una mayor reflexión y conciencia de las propias emociones y necesidades. Según la psicóloga Dorothy Tennov, “El enamoramiento en la madurez implica una profunda comprensión de uno mismo y del otro, así como la capacidad de aceptar tanto las virtudes como los defectos del ser amado.”

Desde una perspectiva filosófica, el enamoramiento en la madurez puede ser visto como una manifestación del “amor ágape”. Según lo descrito por el filósofo griego Platón, el amor ágape se caracteriza por ser desinteresado, comprensivo y basado en la conexión emocional y profunda entre dos individuos. En la madurez, el amor trasciende las pasiones efímeras y se convierte en una expresión de compromiso, respeto y cuidado mutuo.

En conclusión, las líneas que vienen toman la forma de este tipo de enamoramiento. Aunque al inicio me deje llevar por mis sentimientos intensos, intensidad que tú bien conoces y que posiblemente haya sido la razón por la cual te hayas desencantado de mí, con el tiempo recobro mi estado reflexivo. Tú, mujer amada, ausente ya de mi vista, pasas a ser solo un anhelo no realizado, motivo ahora de mis liras, mis poemas y mis prosas. Una inspiración ausente.

Así que, amada mía, te invito a sumergirte en estas páginas elaboradas para ti. Aunque halles en la mayoría de ellas un cendal grandilocuente de tristezas que, cual velos vaporosos, gravitan entre la melancolía y la desesperación, están elaboradas con todo mi amor y respeto para ti. Porque quien te piensa y quien te escribe, aun cuando mi alma me atormenta, encuentra consuelo en dedicarte mis más limpios pensamientos, expresados en estas palabras. Y si puedes, interpreta todo esto como una forma de insistencia para que dirijas tu mirada hacia mí.

“No conozco mejor objetivo en la vida que perecer en el intento de lograr lo imposible. El hecho de que algo parezca imposible no debería ser una razón para no intentarlo. Es exactamente lo que hace que valga la pena intentarlo. ¿Dónde estaría el coraje y la grandeza si el éxito fuera seguro y no hubiese riesgo? El único fracaso real es alejarse de los desafíos de la vida.” (Friedrich Nietzsche)

Y tú eres ese desafío, digno de intentar una y otra vez. Al final del viaje, ojalá descubras que el amor, aunque a veces doloroso, es siempre una fuerza que nos impulsa hacia adelante. Como el tuyo, que, a pesar de estar ausente, lo hace conmigo.



A Melissa,

 

En el universo de las palabras, tu nombre resplandece como una estrella en la noche, iluminando cada página con la magia de tu presencia. En estas prosas, que es un eco de mi amor por ti, ocultaré tu verdadero y hermoso nombre y lo remplazaré por un seudónimo, el cual ya leíste: “Melissa.” Sólo tú y yo sabemos quiénes somos, este será un secreto que compartiremos. Tu nombre, una melodía escrita en versos, rimas y prosas, aparecerá oculto en tu seudónimo a lo largo de este escrito como un testamento de la pasión que arde en mi corazón.

 

En cada soneto, tus ojos brillan como diamantes, reflejando el brillo del sol en un amanecer eterno. En cada lira, tu risa resuena como música celestial, llenando el aire con notas de alegría y ternura. Y en cada prosa, tu esencia se entrelaza con las palabras, tejiendo un tapiz de amor que perdurará más allá del tiempo.

 

Como dijo el poeta Pablo Neruda: "Te amo sin saber cómo, cuándo, ni dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo; así te amo porque no sé amar de otra manera". En cada línea de estas prosas, encontrarás el eco de mi amor por ti, un amor que trasciende las palabras y se convierte en poesía.

 

Que estas palabras sean el testimonio eterno de mi amor por ti, Melissa, mi musa, mi inspiración, mi todo.

 

Una vez te escribí que:

 

Mis versos, mis prosas, mis palabras

te pertenecen,

ninguna otra mujer tendrá este honor,

de mi parte.

 

Hoy te reitero:

 

A nadie más pertenecerá mi corazón,

solo a ti;

hasta que deje de latir un día,

y mis huesos se conviertan en polvo.

 

 

 

 

Con amor infinito,

 

Jacques Nerval.





La Búsqueda de la Profundidad en un Mundo Superficial:

un viaje hacia la soledad y la sabiduría.

 

 

¿Quién soy yo?

 

Desde los oscuros abismos del abandono, he emergido como un hombre de personalidad "extraña", marcada por algunas rarezas y singularidades que me llevan a afirmar contundentemente que me considero un hombre raro, y que la rareza de mi personalidad me separa del común denominador de otros hombres, en muchos sentidos. La soledad se ha convertido en mi refugio, un santuario donde hallo paz y sosiego, serenidad y calma, lejos del bullicio de la vida mundana y superficial. Mi preferencia por la introspección sobre la interacción social, mi gusto por la lectura, mi embriaguez literaria y mi resaca cultural son testigos de la transformación que he experimentado a lo largo de mi vida.

 

“Muchos han dicho de mí que soy un hombre frío, que reprimo en demasía mis emociones. Tal vez tengan razón o tal vez estén equivocados; lo cierto es que soy un hombre desagradablemente sentimental y altamente sensible. Tanto así que, mi sensibilidad incita el tedio en las personas y esto, a su vez, es causa directa de mi soledad.”

 

En palabras de Arthur Schopenhauer: “La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes”. En la soledad, encuentro un espacio sagrado donde puedo explorar los rincones más profundos de mi ser y reflexionar sobre el significado y propósito de la existencia. Lejos del ruido del mundo exterior, encuentro la claridad y la lucidez necesarias para comprenderme a mí mismo y al mundo que me rodea.

 

Mi aversión hacia la vida mundana y superficial encuentra eco en las palabras de Henry David Thoreau, quien escribió: “Prefiero ser dueño de poco y ver el horizonte, que ser rico y perderme en el mar”. Para mí, la riqueza verdadera reside en la profundidad de la experiencia y la autenticidad de la conexión humana, no en la acumulación de bienes materiales o en el éxito superficial.

 

Mi predilección por la lectura y el estudio de textos filosóficos, psicológicos, científicos, históricos, literarios y poéticos, reflejan mi búsqueda constante de conocimiento y comprensión. Como dice Sócrates: “El conocimiento es la virtud y la ignorancia es el vicio”. A través de la lectura, me sumerjo en los pensamientos y las experiencias de los grandes pensadores y escritores de la historia, expandiendo así mi mente y mi alma.

 

Sin embargo, como toda embriaguez, el exceso de cultura e intelecto puede tener sus consecuencias. En palabras de Friedrich Nietzsche, “El exceso de sabiduría lleva al hombre al libertinaje”. Mi voraz búsqueda de conocimiento y mi inmersión en la cultura pueden llevarme a un estado de saturación y agotamiento, donde la mente y el espíritu necesitan descanso y renovación.

 

Al reflexionar sobre mi pasado, me sorprende la fuerza y la resistencia que he demostrado al sobrevivir y, de alguna forma, prosperar a pesar de las adversidades. Como dice el psicólogo y analista Viktor Frankl: “El último de los derechos humanos es elegir la actitud personal en cualquier circunstancia dada”. A pesar del dolor y la angustia, he elegido abrazar la soledad como un aliado en un viaje hacia la autoconciencia y la cultura.

 

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha estado inmersa en una danza eterna entre la compañía y la soledad, entre la superficialidad y la profundidad. Para algunos, la multitud es un océano turbulento que los ahoga en la insipidez de las interacciones superficiales, mientras que, para otros, la soledad es un refugio tranquilo donde encuentran la verdadera conexión consigo mismos y con el mundo que los rodea.

 

Solo, Siempre tuve la imperiosa necesidad de querer estar solo. Desde que tengo conciencia de mí, me ha atraído la soledad como el hierro es atraído por el imán. En mi propia vida, he encontrado que la atracción por la soledad y la introspección es una constante que ha guiado mis pasos y ha moldeado mi perspectiva del mundo. Mientras que la presencia de la multitud me repele, descubro una profunda paz y claridad en los momentos de soledad, donde puedo sumergirme en la exploración de mi interior y reflexionar sobre los misterios de la existencia.

 

El filósofo danés Søren Kierkegaard, conocido por su exploración de la angustia existencial y la búsqueda de la autenticidad, expresó una vez: "La multitud es la mentira del individuo". Esta afirmación resuena profundamente con mi experiencia, ya que encuentro que la autenticidad y la verdad se hallan en la quietud de la introspección, lejos del ruido y la distracción del mundo exterior.

 

Amo mi soledad y la paz que en ella encuentro; le amo de tal manera que me repele el hecho de compartir mi vida con una persona que me prive de ella y que, a cambio, no me ofrezca una buena compañía en esta brevedad que es la vida. Amo mi soledad porque en ella encuentro el sosiego frente a la estresante convivencia social.

 

¡Oh, soledad amable!

Dónde habita el sosiego,

dónde hallo en tu apacible seno,

mi tranquilidad insaciable.

 

¡Soledad! En ti hallo paz y luego,

solo mi pecho humano,

en tu quietud mi ruego

no se engaña felizmente.

 

No me asusta del retiro la apariencia,

pues viene a mi experiencia

hallar paz y gusto solamente,

la tranquilidad de mi alma que se goza,

cuando en tu apacible seno reposa.

 

Este poema celebra la soledad como un espacio de paz y satisfacción, en lugar de algo que debe evitarse o temerse. Es una reflexión sobre mi experiencia personal con la soledad y cómo encuentro consuelo y tranquilidad en ella.

 

Sin embargo, aunque encuentro consuelo en la soledad, reconozco la importancia de mantener un vínculo con la sociedad. La conversación de calidad, impregnada de significado y profundidad, es un tesoro que valoro profundamente. Al igual que los filósofos antiguos que se reunían en las plazas públicas para intercambiar ideas y conocimientos, encuentro en los libros una fuente inagotable de conversaciones significativas. A través de las páginas de los libros, puedo conectarme con las mentes más brillantes de la historia y explorar los conceptos más profundos de la existencia.

 

Alguna vez me hicieron la pregunta de, por qué me encerraba y pasaba largas horas de soledad en mi habitación. Entonces, les respondí que: “No me encierro solo, no estoy solo en mi habitación, estoy rodeado de personas y converso mucho con ellas, y aunque no estén físicamente presentes, lo están en cada palabra, cada oración, cada frase y cada línea que conforman los párrafos de los libros que dejaron.” Respondiendo la pregunta ahora, ¡Nunca estoy solo!

 

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió: "La soledad es para el alma lo que la dieta es para el cuerpo”. Esta metáfora resalta la importancia de la soledad en el proceso de crecimiento y desarrollo personal. Al igual que una dieta equilibrada nutre el cuerpo, la soledad nutre el alma, proporcionando el espacio necesario para la reflexión y la introspección que conducen a la sabiduría.

 

En resumen, mi atracción por la soledad y la introspección no es un rechazo del mundo, sino más bien un reconocimiento de la importancia de encontrar un equilibrio entre la compañía y la soledad, la superficialidad y la profundidad. Al sumergirme en la tranquilidad de la soledad y la conversación de calidad que ofrecen los libros, encuentro un refugio donde puedo explorar las profundidades de mi ser y descubrir la verdadera esencia de la vida.

 

¿Dónde estoy? – Preguntan todos;

¿Dónde está ese solitario soñador?

No en los parques ni en las plazas

De la ciudad me encontrarán.

¡En cualquier parte estaré!

¡Menos donde esté todo el mundo!

 

Acurrucado, al lado de una tumba,

Esperando sorprender alguna conversación

De los muertos a medianoche.

¡En cualquier parte estaré!

¡Menos donde esté todo el mundo!

 

Remiso, a orillas de un río,

Viendo el remanso pasar;

O sentado en alguna roca,

Entretenido en contar las estrellas,

Que palpitan en la fría oscuridad.

¡En cualquier parte estaré!

¡Menos donde esté todo el mundo!

¡En cualquier parte!

¡Solo, con mi soledad!

 

Doy comienzo entonces, presentándome ante ti como soy, un hombre que siente delectación en la soledad, que la desea y la busca. En este pequeño poema, trato de transmitir mi profunda sensación de individualidad y búsqueda de soledad en un mundo lleno de gente y ruido.

 

En conclusión, mi vida es un testimonio de la capacidad del ser humano de transformar el sufrimiento en sabiduría, la soledad en compañía y la adversidad en fortaleza. A través de la introspección, la lectura y la búsqueda constante de conocimiento, he encontrado un camino hacia la autoconciencia y la cultura que me ha llevado a superar los obstáculos del pasado y abrazar el presente con gratitud y aceptación. Gratitud sobre todo a los libros, pues ellos han transformado mi vida, me han dado el silbatazo del despertar, han elevado mi consciencia a niveles superiores, lejos de lo común y trillado del pensar de las masas; y, por último, me han quitado la venda de los ojos que me impedía ver mi realidad.

 

Un ejemplo del cambio de consciencia y de la forma de pensar que experimente, significo la lectura del libro de Immanuel Kant: “Critica de la razón pura”, y aunque este texto es de difícil asimilación, he conseguido, sin embargo, extraer algo significativo de su pensamiento: y ahora voy a comunicarte ese pensamiento, y espero no te impresione tan profunda y dolorosamente como a mí. Como probablemente no conoces lo suficiente el contexto para poder comprender, voy a hablarte lo más claro posible. Si todos los hombres en vez de sus ojos llevasen gafas verdes, juzgarían que los objetos que miran son verdes, y nunca podrían saber si las cosas son tal como son o si es propio de los ojos que lo ven. Lo mismo sucede con el entendimiento. Desde entonces, veo la vida desde una perspectiva diferente.

 

 

Las pasiones de mi vida:

Tres pasiones simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda de conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de los animales en su condición de abandono o como artilugio de placer para el hombre.

Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por rutas cambiantes, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.

 

El Ansia de Amor.

En primer lugar, ansío el amor, pero, no lo busco, lo ansío porque sé que conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas cuantas horas de este gozo. Recuerdo momentos concretos, como cuando, perdido en los ojos de alguien especial, sentí que el tiempo se detenía y el mundo entero desaparecía, dejando solo esa conexión pura y sublime.

No busco el amor, pero lo ansío, en segundo lugar, porque en mis horas de enajenación he pretendido aliviar mi soledad. Esa “terrible” soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde mismo del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. En esos momentos, la compañía de alguien querido se convierte en el faro que guía mi espíritu hacia la tranquilidad.

No he buscado el amor, pero lo ansío, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Este anhelo se ha manifestado en pequeñas cosas: un abrazo cálido, una sonrisa compartida, un momento de comprensión mutua. Aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, no he hallado en ninguna parte una compañía tal que me haga desear salir del encierro de mi soledad.

 

La Búsqueda de Conocimiento.

A diferencia del amor, busco el conocimiento con gran pasión. Intento, por medio de él, entender el corazón de los hombres. Deseo saber por qué brillan las estrellas y he tratado de comprender el poder pitagórico, en virtud del cual el número domina el flujo. Recuerdo las noches estrelladas, cuando miraba el cielo y me sentía conectado con algo inmenso y misterioso.

Algo de esto he logrado, aunque no mucho, pues sigo haciendo patente la enseñanza socrática de la humildad: “Solo sé que no sé nada”. El amor y el conocimiento, en la medida en que ambos me son posibles, me transportan hacia el cielo, ofreciéndome vislumbres de una verdad más grande.

 

Piedad por el Sufrimiento de los Animales.

Si el amor y el conocimiento me elevan al cielo, la piedad me trae de vuelta a la tierra. Resuena en mi corazón el eco de los gritos de dolor de perros y gatos abandonados, elevando sus súplicas a un cielo que los mira con indiferencia burlona. Sus miradas expresan el sufrimiento de un estómago vacío y tembloroso. Recuerdo haber acogido a un perro desamparado en una fría noche, sintiendo su tembloroso cuerpo contra el mío y deseando aliviar su dolor.

Toros torturados hasta la muerte en la arena por la espada del torero, gallos que se apuñalan sin motivo más que la codicia del apostador. Miles de animales cazados furtivamente, llevándolos al borde de la extinción o condenándolos a vidas enjauladas. Millones de animales de consumo masacrados diariamente, considerados meros artilugios de placer y fuente inagotable de la más voraz gula humana.

Este desprecio por la vida se extiende por todas las formas de explotación animal: desde las granjas industriales, donde imperan condiciones inhumanas, hasta los laboratorios donde los animales sufren experimentos dolorosos y a menudo mortales. En circos y zoológicos, los animales son arrancados de sus hábitats naturales y forzados a realizar actos degradantes, viviendo en espacios que no pueden replicar sus ecosistemas originales. Cada uno de estos actos refleja una desconexión fundamental entre la humanidad y el mundo natural, una incapacidad para reconocer a los animales como seres sensibles con derechos propios.

Todos ellos, víctimas torturadas por demonios opresores, criaturas desvalidas ante una sociedad inmisericorde. Todo un mundo de soledad, pobreza, dolor e indiferencia convierte en una burla la existencia de nuestros compañeros en esta breve travesía de la vida. Anhelo aliviarles el sufrimiento y, aunque a veces mis esfuerzos parecen insuficientes, cada pequeño acto de compasión cuenta.

A pesar de estos horrores, vislumbro esperanza en el creciente movimiento global por los derechos de los animales. Más personas están adoptando dietas éticas basadas en plantas y apoyando leyes que prohíben la crueldad animal. Organizaciones y activistas trabajan incansablemente para rescatar y rehabilitar a los animales, víctimas de abuso, demostrando que la compasión y la empatía pueden prevalecer sobre la indiferencia y la codicia.

Conclusión

Esta es mi vida lacrimosa en tres de sus pasiones, los cuales considero patentes en mí. Sin embargo, la hallo digna de vivirla y con gusto la viviría mil veces si la oportunidad me la ofreciese. Cada pasión, a su manera, me ha dado razones para seguir adelante, para buscar conexiones más profundas, entender más y aliviar el sufrimiento donde puedo.

 

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