Las Cicatrices del Abandono: 

Un ensayo a un Viaje hacia la Soledad y la Autoconciencia

 

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha sido moldeado por sus experiencias, tanto positivas como negativas. Sin embargo, pocas experiencias dejan una huella tan profunda como el abandono en la infancia. Para muchos, el abandono de un padre o una madre es una herida que nunca termina de sanar, dejando cicatrices emocionales que perduran hasta la adultez. En este pequeño ensayo, exploraré cómo el abandono en la infancia puede dar forma a la personalidad y las relaciones interpersonales, así como el papel de la introspección y la autoconciencia en el proceso de curación.


Probablemente lo que escriba aquí, se ajuste al concepto de condicionamiento operante desarrollado por, B. Frederic Skinner, en el marco del enfoque psicológico conductista. Según el cual, El conductismo, en general, es una perspectiva psicológica que se enfoca en el estudio del comportamiento observable y medible, y que busca comprender cómo el ambiente influye en la conducta de los individuos. Skinner, en particular, se centró en el condicionamiento operante como mecanismo fundamental para explicar el aprendizaje y el comportamiento humano.

Partiendo desde este enfoque y relacionándolo con el abandono y otros factores de causa directa en la modificación del carácter y la conducta del individuo, sobre todo en las etapa de la niñes; y a grandes rasgos generalizando, Coincido con el pensamiento de Skinner. "El entorno influye en la conducta del individuo."


Empezaré con un pequeño soneto, el cual, de entrada ya hace una descripción rápida de lo que fue mi niñes:


 

Mi infancia que fue triste, amarga y sola,

Se anudó con la desesperanza en sombría cadena,

Y estancado como un remanso sin ola,

Afligido crecí, entre malos tratos y amarga pena.

 

El afecto ausente, la marga melodía

Del llanto ronco, laceró mis fauces el quebranto,

Cuando refugiado en mi soledad decía:

¡Dios mío, mitiga mi amargo llanto!

 

Y en la mañana azul al despertar sentía,

El canto de las aves, como un coro de mi agonía,

Del tristísimo anuncio de mi sufrir eterno.

 

Todo lo que padecí ayer, en mí, aún persiste,

Y en cada latido sonoro de mi pecho triste,

Cargo el dolor en mi yo interno.

 

El poema que les he compartido evoca el profundo sentido de mi dolor y melancolía, describo mi infancia marcada por el sufrimiento. Desde el comienzo, el poema establece una atmósfera de tristeza y desesperanza al describir una infancia “Triste amarga y sola”. Con la imagen de un “remanso sin ola”, sugiero estancamiento y falta de movimiento, reflejando de esta manera la sensación de estar atrapado en el dolor.

 

Resalto en el poema la ausencia de afecto y la amarga soledad experimentada durante mi infancia. La falta de consuelo se hace evidente en la descripción del llanto y la súplica al “Dios mío” para aliviar el sufrimiento.

 

En el poema, utilizo imágenes vívidas y metáforas para transmitir mi dolor emocional. Con la “amarga melodía” del llanto y la comparación del canto de las aves como “un coro de mi agonía”, trato de crear una fuerte impresión en ti amigo o amiga lector a fin de que trates de entenderme y quizá despertar en ti la empatía y quien sabe, tu identificación conmigo.

 

Estoy seguro que de alguna manera encuentras identificación en el dolor experimentado en mi infancia y que al igual que tú, este se encuentra vigente y presente en nuestra vida adulta. Cada latido del “pecho triste” lleva consigo la carga del sufrimiento pasado, lo que refleja la profunda influencia que las experiencias tempranas, tienen en la vida adulta de una persona.

 

Con este poema he querido despertar en ti querido lector, querida lectora, la reflexión sobre el impacto duradero del sufrimiento infantil en la vida adulta. Si tu al igual que yo, has experimentado la soledad y el dolor en el pasado, créeme que comprendo tu sentir, pues, como el psicólogo y neurólogo austriaco Víctor Frankl, que se centra en encontrar un sentido a la vida como principal motivador humano, dijera: "Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos" y de ello puedo desprender que "sólo aquel que ha experimentado lo mismo que tú, será capaz de tener la empatía necesaria para comprender y sentir contigo, lo que te ha pasado."

 

Cuando era niño, el abandono era una sombra constante que se cernía sobre mi vida. Mi padre se alejó de mí antes de que yo viera la luz, sin dejar rastro, dejándome a merced de un mundo confuso y hostil. Mi madre, aunque presente físicamente, carecía de los conocimientos necesarios para brindarme la guía y el amor que todo niño merece. Crecí en un entorno marcado por la violencia, donde el sufrimiento interno se convirtió en mi compañero constante, y el afecto era una moneda de cambio escasa y preciosa.

 

El abandono de mi madre cuando tenía apenas ocho años dejó cicatrices profundas que aún resuenan en mi ser adulto. El dolor de su partida, la sensación de ser dejado atrás y la carga de la responsabilidad prematura me acompañaron a lo largo de los años, como un lastre imposible de soltar. En su ausencia, y al cuidado de un pariente que inexplicablemente me abandonó al cuidado de personas extrañas; anduve por las altas serranías de mi tierra natal, como un inestable lazarillo que pasa de amo en amo, soportando las inclemencias del tiempo propias de la gélida región y viendo nacer en esos hermosos lugares, pero lúgubres para mí, la pérdida de mi propia identidad y el inicio de un carácter introvertido. Pero en ese aislamiento forzado, en esa desconfianza a las personas motivado por sus vejaciones y malos tratos, aprendí a confiar en mí mismo, a forjar mi propio camino en un mundo que parecía indiferente a mi dolor.

 

Mi infancia fue una danza dolorosa entre la necesidad de afecto y la desconfianza en la humanidad. Cada interacción estaba teñida por el miedo al abandono, la sensación de estar siempre al borde del precipicio emocional. La violencia que rodeaba mi vida solo servía para alimentar mi desconfianza, convirtiendo cada gesto de amabilidad en una trampa potencial.

 

Con el tiempo, aprendí a refugiarme en la soledad como un escape de un mundo que no comprendía y que me rechazaba. La introversión se convirtió en mi armadura, protegiéndome de las heridas del pasado y del presente. En la tranquilidad de la soledad, encontré consuelo y paz, lejos del ruido y la confusión del mundo exterior.

 

En mi viaje hacia la aceptación y la sanación, me he encontrado con las palabras de filósofos y psicólogos que han iluminado mi camino. Como dijo el psicólogo Carl Jung, "Lo que no enfrentamos en nuestro interior, lo encontraremos en el exterior como destino". Reconocer y confrontar las heridas del pasado es el primer paso hacia la curación y el crecimiento personal.

 

Las palabras de Friedrich Nietzsche también resuenan en mi corazón herido: "Aquello que no me destruye, me hace más fuerte". A través del dolor y el sufrimiento, he encontrado una fortaleza interior que nunca supe que poseía. Cada cicatriz es un recordatorio de mi resistencia y mi capacidad para seguir adelante, a pesar de las adversidades.

 

En la encrucijada entre la desconfianza y la esperanza, elijo seguir adelante con valentía y determinación. Mi preferencia por la soledad no es una rendición al aislamiento, sino un acto de autocompasión y autocuidado. En el silencio de mi propio ser, encuentro la fuerza para sanar y el coraje para seguir adelante, con la esperanza de un futuro más luminoso y lleno de posibilidades.

 

Amigo lector, amiga lectora, te he hecho una descripción sucinta pero detallada de lo que fue mi infancia. De ello puedes ahora tu entender cómo el abandono en la infancia es una experiencia devastadora que puede dejar a los niños sintiéndose solos, desconfiados y emocionalmente heridos. Y también como resultado de la ausencia de figuras parentales estables y afectuosas, los niños pueden desarrollar una profunda sensación de inseguridad y desconfianza en el mundo que los rodea. Entiendes ahora que la falta de apoyo emocional y la exposición a entornos de violencia y sufrimiento interno pueden generar traumas que perduran hasta la adultez.

 

Mi caso descrito aquí, refleja una experiencia compartida por muchos: un padre ausente, una madre incapaz de proveer el cuidado adecuado y un entorno marcado por la violencia y la falta de afecto. Esta situación deja una marca indeleble en la psique del individuo, dando forma a su personalidad y sus relaciones con los demás. La introversión y la desconfianza en la humanidad son respuestas comprensibles a un entorno que carece de seguridad y afecto.

 

La filosofía y la psicología ofrecen perspectivas valiosas sobre el impacto del abandono en la infancia y el proceso de curación. Según el filósofo Jean-Paul Sartre, el ser humano está condenado a ser libre, lo que significa que cada individuo es responsable de crear su propio significado y propósito en la vida. En el caso del individuo abandonado, esta libertad puede ser una carga abrumadora, pero también una oportunidad para explorar y comprender su propia identidad.

 

Por otro lado, la psicología moderna nos enseña que el autoconocimiento y la autoaceptación son pasos fundamentales en el proceso de curación. El psicólogo Carl Jung sugiere que la integración de las partes oscuras de la psique, aquellos aspectos que preferimos ignorar o reprimir, es esencial para alcanzar la plenitud personal. En el caso del individuo abandonado, esto puede implicar confrontar y aceptar el dolor y la vulnerabilidad asociados con el abandono, así como explorar cómo estas experiencias han dado forma a su forma de ser y relacionarse con el mundo.

 

En conclusión, mi viaje a través del abandono y el trauma infantil ha sido una odisea de dolor y descubrimiento. A través de mis lecturas de filósofos y psicólogos, he encontrado consuelo y orientación en mi camino hacia la sanación. En la soledad, encuentro refugio y renovación, preparándome para enfrentar el mundo con una nueva sensación de fuerza y ​​propósito. En cada paso del camino, estoy aprendiendo a abrazar mi pasado mientras sigo adelante hacia un futuro más brillante y lleno de esperanza.




El Intelectual Diletante.

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