Oda a Marsha, escritas en el conticinio.

 

¿A cuántos de ustedes le agrada ese momento del día justo antes del amanecer, cuando el cielo comienza a iluminarse, pero todavía reina el silencio de la noche? ¿Ese momento de transición entre la oscuridad y la luz del día, ese momento caracterizado por la tranquilidad y la serenidad?

 

¿A cuántos de ustedes les agrada el conticinio? Yo siento delectación por ese momento del día, porque es en ese momento del conticinio cuando mi mente presenta su mayor claridad, y es en ese preciso momento cuando más recuerdo al amor perdido. Es en ese momento, cuando mi mente evoca sus recuerdos, y su recuerdo me trae la inspiración.

 

Todos alguna vez nos hemos enamorado, y los que hemos amado desmesuradamente lo hemos hecho porque hemos idealizado de alguna manera al ser amado. Yo lo llevé a un nivel más arriba, dadas mis características personales. Yo soy un hombre raro, la rareza de mi personalidad me separa del común denominador de otros hombres, en todo sentido. por ello, muchos me dicen que reprimo en demasía mis emociones. Puede que tengan razón, pero también puede que estén equivocados. Lo cierto es que yo soy un hombre desagradablemente sentimental y altamente sensible, tanto así, que mi sensibilidad despierta el tedio en las personas y esto a su vez es causa directa de mi soledad.

 

Siempre que pude elegir, elegí la soledad por encima de alguna relación idílica. Siempre creí y creo con una firme convicción de que la paz y el sosiego no tienen precio y que solo la soledad me la podía y me la puede proveer. No hice grandes cosas por amor, pues, aparte de un amor en la adolescencia, nunca más me volví a enamorar, aunque si lo hice; me enamoré de mi soledad y a tal grado, que siempre mantuve reticencias al amor.

 

Sin embargo, cuando la conocí, ella lo cambió todo, mi sentimiento por ella me hizo cuestionar mi soledad, sentía que, por ella, por conseguir su amor, podía hacer cualquier cosa, hasta hacer algo, que no haría por nadie más.

 

Sólo por ella hice lo que no haría por nadie más, por ella salí del claustro de mi soledad, donde me encerré voluntariamente por más de quince años, refractario a toda relación idílica. y en mi naturaleza de persona fría, quise mostrarme con ella, cálido y amoroso. Pero ella desdeñó mi amor, fue indiferente conmigo. ¡Oh! con cuanto dolor recuerdo las palabras de Séneca: "Desdeñar significa tratar con desdén, esto es, con la indiferencia y el desapego que denotan menosprecio; por tanto, el menosprecio no supone en absoluto abandono, sino sólo alejamiento o falta de interés desmedido." 

esa es la razón por la cual me agrada el conticinio, pues aprovecho la claridad de mi mente y el dolor de mi corazón para crear palabras que a pesar de todo siempre estarán dirigidas a ella, porque ella, a pesar de su ausencia, es mi inspiración. y este poema que les mostraré, es sobre todo una oda donde idealizo de sobre manera a mi amada ausente. A pesar de la falta de una métrica estricta, el poema tiene un ritmo fluido, gracias a las repeticiones y las exclamaciones que dan énfasis a las emociones expresadas.

espero les agrade.

Oda a Marsha.

¡Oh, dulce Marsha, resplandor del alba!
Ala de gorriones, símbolo puro del ideal amor,
sonrisa dorada, amabilidad extraña;
mujer digna de sacrificios,
dorado cofre de esperanzas,
nido tibio de ilusiones, yema fecunda de alegrías,
metal ideal para la coraza de un corazón inerme.

 

¡Marsha, mujer hermosa!

Cerebro, corazón, músculo de mi ser,

razón de mi vida, de toda mi existencia;

anhelo invicto y latente de mi corazón,

quinto elemento de la naturaleza.

Aire, fuego, tierra, agua y tú.

 

¡Oh, Marsha, suspiro del aura!

Sueño etéreo y superior,

dorado estigma de mi pensamiento infantil,

estímulo de fe y de vida fuerte;

impulso inverosímil,

radiante anhelo en el noctambulismo

de mi libre pensamiento.

 

¡Tú! Dulce y amada,

formas eucaristía en mi corazón excomulgado,

único sueño del que no quiero despertar.

¡Marsha, inspiración del cielo!

Cielo de mi alma viva,

alma de mi corazón,

amor inalcanzable,

deseo irrealizable.

 

Bendita y adorada seas,

por los ángeles que suspiran dicha

y los hombres de sano corazón y fuerte altruismo.

Bendita y adorada seas,

por aquellos hombres inocuos

que pretendan tus afectos.

Bendita y adorada seas,

por quien por ti derrame

siquiera una gota de lágrima.

Bendita y adorada seas,

en la tierra y en el cielo,

y en los pensamientos monásticos de mi corazón.

 

Bendita y adorada seas,

sí sobre los campos fértiles de mi poesía,

tu existencia, tu belleza,

guían mi bisoña inspiración al impertérrito

y cálido hogar que es tu corazón.

Bendita y adorada seas,

por el afecto de algún dios;

y mi corazón angustiado

alcance por algún juego del destino,

de tus brazos extendidos y tiernos,

la conmiseración;

si sobre la tumba de mi esperanza caída,

o sobre los capiteles y epitafios de mi poesía,

hallo por tu desprecio, la muerte.

 

Más, aun así:

Bendita y adorada seas,

por mí, ahí desde el lejano limbo.

Bendita y adorada seas,

ahí, donde hay una conciencia limpia

y un respeto claro

que proviene de un corazón leal.

Bendita y adorada seas,

cuando en mi memoria te recuerde

y cuando mi alma en alas del viento

divague acongojada sobre esa torre

enormemente erguida

de tu inalcanzable corazón.

 

Bendita seas,

porque en tus besos deseados y ausentes,

está la sangre de mis versos,

sangre de mis venas y de mi ilusión,

la sangre que por ti derramaría

si la vida me pusiera esa prueba.

Bendita seas,

porque pensando en ti,

mis pensamientos se hacen más buenos

y más limpios cada día;

porque viendo en estas extrañas sensaciones

tu imagen celestial,

siento el beso de tus labios

con el roce de la más débil brisa.

Siento y saboreo tu melifluo beso de ninfa,

de náyade;

y siento también el afecto lejano

y el bienestar distante.

 

Bendita seas,

porque tú encarnas el ideal

sobre mi doctrina de vida,

porque tú eres el ideal mismo hecho pensamiento

y que viaja en el viento y reposa en mi corazón

bajo el cenit azul.

Porque eres ave, un espíritu de inspiración,

porque eres el anhelo de mi afectuoso corazón.

Porque eres música alada de Chocano,

rima glorificada de Bécquer,

poema humano de Vallejo,

albor y destello de Salaverry;

sublime parábola de Jesús…

Porque tú representas EL AMOR,

el afecto, el órgano vital,

la médula del alma,

la acción, el impulso, el motor, el símbolo;

la suave palabra, melodía canora,

la meliflua expresión del arte de nacer amada;

porque abriste nuevos caminos

 en los laberínticos vericuetos de mi vida,

porque me diste la luz,

me inspiraste poesía y un motivo

para salir del claustro

donde voluntariamente me hallaba encerrado;

porque tu presencia llenó

el vacío de mi corazón y de mi alma.

 

Bendita seas,

porque pensando en ti

encontré otro significado a la palabra paz,

 porque te has convertido

en la luz de mi destino,

porque eres alegría en mi tristeza,

eres franca luz, eres mi vida,

porque mi vida ya no es mía, sino, es de ti.

 
¡Oh, Marsha!
¡Resplandor del alba!
Bendita seas, en fin,
allí donde haya luz
y haya amor;
bendita seas por mi afecto,
mi anhelo,
mi amor y mi respeto


Jacques Nerval.
El Intelectual Diletante.


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